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Por Carlos de los Santos.


La palabra ministerio procede del término griego diákonos, el cual ha dado origen al equivalente en castellano diácono.  Significa servir, rendir servicio. Siempre en beneficio de a quien se le sirve y no de quien presta el servicio.

Jesús es el perfecto ejemplo de un servidor aprobado por Dios. Él dice:

Pero Jesús, llamándolos junto a sí, dijo: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor, y el que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. (Mateo 20:25-28. LBLA)



Nosotros entendemos por ministerio como una ramificación de la matriz establecida en el Cielo, donde mora el propietario, que es Dios. I Corintios 12:5 dice: Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
Las sucursales terrenales de Dios, son dirigidas por escogidos de El, los llamados ministros del Señor, mismos que son sometidos por el Padre Celestial a una etapa de trasformación, denominada proceso. Durante este paso, el Señor de los Cielos, cambia la mentalidad, la actitud y los puntos de vista de aquel que será un gerente, administrador o director al servicio del Padre celestial en la tierra. Obviamente, el Padre celestial, le pagará por trabajar con El, sin embargo, el pago terrenal es temporal, porque el pago definitivo se realizará en el cielo. Pero, no se debe prestar servicios a Dios con nuestro corazón puesto en sus beneficios, sino desinteresadamente, ya que es más que un privilegio ser servidor del Creador, el único y verdadero Todopoderoso.


También, el gerente o ministro de Dios en la tierra, debe velar porque aquello bajo su responsabilidad funcione apropiadamente y de acuerdo con las normas establecidas por el Propietario. Tiene que llevar un control estricto de los recursos que han sido puestos a su disposición, manejar apropiadamente la “caja chica”.Especial cuidado y atención debe ser prestada al aspecto financiero. El personal que se involucrará en todas las actividades que incluya el ministerio, debe ser aprobado y no hallado falto delante de Dios. No debe colocarse ninguna persona en ninguna posición por razones familiares, amistosas o como consecuencias de actividades relacionadas con actos de soborno o cualquier otro tipo de corrupción.. Todo el que se involucre, sin importar el nivel de acción, debe ser acepto a los ojos del creador. I Timoteo 1:12 dice: Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel poniéndome en el ministerio. Ninguna decisión debe ser tomada sin antes consultar al Señor. El Todopoderoso, supervisará el desarrollo de las operaciones que realicemos. No se debe perder de vista, que un día hemos de rendirle cuentas a Dios por aquello de que nos ha hecho mayordomos.
Hebreos 4:13 dice: Y no hay cosa creada que no sea manifiesta ante su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

Por otro lado, el objetivo de los ministerios de Dios en la tierra, es expandir su reino, hacer su voluntad en la tierra así como también en el cielo. Desplazar y reducir el radio de acción del imperio de las tinieblas. Despojar al enemigo, Satanás, de las zonas colonizadas ilegalmente y establecer el reino legal de Dios. Es decir, que contrario a lo secular, el fin primario de un ministerio no es producir riquezas materiales, sino espirituales, ganar almas para Cristo, hacer obras benéficas, expandir el evangelio, entre otras actividades. (léase I Corintios 12:8-11) . Las actividades comerciales en el ministerio, existen solo como soporte para las mencionadas anteriormente, pero no como generadoras de utilidades en sí mismas. Mateo 6:19-20 dice: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen , y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.

Procuremos, pues, que cuando el Padre celestial nos pase balance, presentemos números positivos y que al ser pesados en balanza, no seamos hallados faltos.

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